Año II - Número 107

Boletín semanal elaborado por la Dirección de Comunicación

Febrero 2004

 

Don Álvaro D´Ors, una vida ejemplar y fructífera

 

Rosario de la Fuente Hontañón (*)

Álvaro D´Ors Pérez-Peix, falleció el día 1 de febrero, en la Clínica Universitaria de Pamplona, España, a los ochenta y ocho años de edad.

Tercer hijo de Eugenio D´Ors y María Pérez -Peix, nació en Barcelona el 14 de abril de 1915. Su madre le enseña a leer a los seis años, y ya en Madrid, con ocho años empieza sus estudios regulares. En el curso 1932-33 inicia sus estudios de Derecho y después de la guerra civil, comienza la docencia en la Universidad Central. Gana por oposición la cátedra de Derecho Romano de Granada en 1943 y al año siguiente se traslada por permuta a la de Santiago de Compostela. En esta ciudad contrajo matrimonio en 1945, con Palmira Lois, y tuvieron once hijos.

Acude con regularidad a la Universidad de Coimbra para impartir seminarios romanísticos. En 1972 se le distingue con el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Toulouse y en 1983 en la mencionada universidad portuguesa. Como experto mundial en Derecho Romano y por su extraordinaria trayectoria como jurista se hace acreedor de innumerables premios y reconocimientos: desde el Premio Nacional de Investigación (1972); la Cruz de Alfonso X el Sabio al mérito docente (1974); la medalla de Oro de la Universidad de Navarra (1990), y el Premio Príncipe de Viana de la Cultura en 1999.

La Universidad de Navarra lo recibe en el curso 1961-62, y continúa como profesor honorario después de su jubilación en 1985. Hasta el año pasado era frecuente verle a diario caminar hacia la Universidad, y en su mesa de trabajo seguía estudiando, viendo la manera de servir a los que tenía a su alrededor, con sugerencias, y abriendo nuevos horizontes en el campo jurídico. Sus obras como "Las Quaestiones" de Africano (1997) y "Crítica romanística" así nos lo demuestran.

Considero un privilegio haber sido alumna de Don Álvaro en el primer curso en la Facultad de Derecho siendo para mí un gran maestro. En sus clases, en las conversaciones, se apreciaba su integridad como persona, nos transmitía su fe, su fidelidad a los principios morales. Un formador por donde se le mirara, como romanista, como padre de familia, como amigo, como cristiano ejemplar.

Desde el año 1995 comencé a mantener una asidua y entrañable correspondencia con ocasión de mi trabajo como profesora de Derecho Romano en la Universidad de Piura. Casi una veintena de cartas enriquecedoras, que ahora debo meditar y profundizar con mas empeño, si cabe, al considerarlas como un legado de valor incalculable. Se emocionaba con las manifestaciones de cariño de mis alumnos, cuando le escribían por su cumpleaños, notaba la proximidad afectiva con su persona y se llenaba de admiración por ello.

Como pionero de la Universidad de Navarra, se enternecía con el inicio de nuestra Universidad, considerándola como un milagro. En varias de sus cartas así lo ha dejado consignado. Es en el año 1968, donde se inicia en una gran zona desértica, y ahora, después de 35 años, se ha convertido en un verde y envidiable Campus Universitario, donde el mensaje y el espíritu fundacional de su Gran Canciller, Josemaría Escrivá, es palpable en toda ella. Disfrutaba cuando le informaba de las actividades que teníamos en la Facultad de Derecho, o las Jornadas de Historia, las de Filosofía, o en el año 2000, las que giraron en torno al Jubileo con los jóvenes.

Me agradeció que le enviara una fotografía de la imagen de la Sagrada Familia que preside el Campus de la Universidad, que colocó en su habitación, y a diario pedía por nosotros en la Santa Misa. En una de sus últimas cartas me remitió una fotografía de un borrico que le envié de Piura, y con el trazo fuerte escribió su poesía del borrico de noria: "Borrico de noria fui y tantas vueltas di...". En ella apreciamos el resumen de su vida, un trabajador infatigable, pendiente de los demás, con afán de servicio, luchador por la paz y la justicia, un padre ejemplar, un cristiano coherente, una persona fiel. La poesía termina diciendo: "...y que pronto espero alcanzar el cielo".

D. Álvaro, muchas gracias por el surco ancho y profundo que ha abierto en la tierra, donde ya han brotado muchos frutos y desde el Cielo continúe intercediendo por cada uno de nosotros. ¡¡¡Gracias Don Álvaro!!!!

(*) Profesora de Derecho Romano y Derecho civil. Universidad de Piura.

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